Hola mis resilientes, hoy quiero hablaros de un descubrimiento que, poco a poco, está cambiando la forma en que me relaciono conmigo misma, especialmente cuando los días se tiñen de gris,esos días realmente complicados donde la frustración amenaza con inundarlo todo. Estoy aprendiendo a cultivar mi propio jardín interior. (Arduo trabajo, os lo puedo asegurar).
Siempre he sido de las que se exigen mucho. Mi crítica interna era una jardinera estricta, siempre buscando la flor perfecta, el tallo más fuerte, el crecimiento impecable. Si algo no salía como esperaba, si me sentía cansada o abrumada, esa voz se volvía una maleza punzante, recordándome todo lo que "debía" hacer y lo poco que "estaba" haciendo. Me castigaba por no ser productiva, por sentirme débil, por necesitar un respiro. Era como si mi jardín, en lugar de ser un refugio, se hubiera convertido en un campo de batalla.
Semillas de exigencia: ¿De dónde venía tanta dureza?
Mirando hacia atrás, veo que muchas de esas semillas de autoexigencia se plantaron muy temprano. Crecí con la idea de que para ser valiosa, tenía que rendir al máximo, siempre. Cualquier signo de vulnerabilidad era, en mi mente, una debilidad. Aprendí a "ser fuerte" y a "poder con todo", lo que significaba que cuando no podía, sentía una profunda frustración y culpa. La compasión hacia los demás me salía de forma natural, pero aplicarla a mí misma era como intentar regar una planta que no sabía que tenía sed.
El abono de la autocompasión: Cómo riego mi jardín en la tormenta
Pero con el tiempo, y sobre todo en momentos de agotamiento como este, he empezado a entender algo crucial: mi jardín interior necesita amor, no solo disciplina. He comenzado a cambiar esa jardinera estricta por una mucho más amable, que entiende que hay estaciones, que hay días de sol y días de lluvia, y que no todas las plantas florecen al mismo tiempo.
- Paciencia, no prisa: Antes, si me sentía saturada, me forzaba a seguir adelante. Ahora, intento recordarme que forzar el crecimiento solo lo daña. Aprendo a permitirme momentos de pausa, como una tierra que descansa para reponer nutrientes.
- Aceptar las "malas hierbas": Hay días en que la ansiedad o la tristeza brotan sin avisar. Antes, intentaba arrancarlas de raíz con furia. Ahora, las miro con un poco más de curiosidad, reconociendo que son parte del ciclo, y me pregunto qué necesitan. A veces, solo necesitan ser vistas.
- Regar con amabilidad: En lugar de regañarme por no cumplir mis expectativas, intento ofrecerme palabras de consuelo. "Está bien sentirte así", "Necesitas un descanso", "Lo estás haciendo lo mejor que puedes". Es como un riego suave y constante que nutre desde dentro.
- Podar lo innecesario: A veces, cultivamos demasiadas cosas a la vez, y el jardín se sobrecarga. Estoy aprendiendo a decir "no" a compromisos extra, a soltar la necesidad de controlar todo, a eliminar aquello que me drena energía. Es una poda necesaria para que lo esencial pueda crecer fuerte.
Entiendo que mi jardín no siempre estará perfecto, y eso está bien. Habrá hojas secas, algunas flores que no abran, y quizás alguna tormenta. Pero ahora sé que, incluso en los días más grises, puedo volver a mi interior y regar con autocompasión esas semillas de bienestar. Es un trabajo constante, sí, pero es el trabajo más importante que puedo hacer por mí misma
Si sientes que tu propio jardín interior necesita un poco más de cariño, te animo a empezar con el riego más suave: el de ser amable contigo misma.
RECUERDA: "Sé paciente contigo misma. El crecimiento personal es tierno; es suelo sagrado; no hay mayor inversión."
Me encantaría recibir vuestros comentarios, escuchar vuestras historias, recordad que..NO ESTAIS SOLOS/AS.
Comentarios
Publicar un comentario