Mi Infancia: El Origen de Mi Resiliencia Forzada (y la Tuya)
¿Alguna vez sentiste que, de repente, la mochila de la vida te cayó encima mucho antes de lo esperado? Que tuviste que crecer en un abrir y cerrar de ojos, dejando atrás los juegos y la inocencia para cargar con un peso que no te correspondía? Si esta sensación te resuena, si tu infancia no fue precisamente un cuento de hadas, este es un espacio para ti.
Hoy abro una puerta muy personal de "La Resiliencia". Voy a compartir una parte de mi historia, de mis vivencias más tempranas, no para recrearme en el dolor, sino para iluminar cómo esas circunstancias extremas me forzaron a construir una resiliencia que, a día de hoy, sigo desgranando. Mi intención es que, al verme a mí en estas líneas, quizás tú también te veas. Y que, juntos, podamos entender esas pautas que nos ayudaron a sobrevivir, pero también aquellas que necesitamos transformar para sanar de verdad.
Me llamo Silvia, y si miro hacia atrás, a mis seis años, veo a una niña que era la quinta de cuatro hermanos, la mayor de una familia que yo describiría, sin tapujos, como completamente desestructurada. Mi madre era alcohólica; mi padre, violento. Y en ese escenario, yo, una niña de seis años, me encontraba al frente de mis hermanos menores, sin saber qué hacer con un día a día que era puro miedo, pura incertidumbre, puro "¿qué pasará?". era un terror constante.
A esa edad, mi realidad era alimentar a mis hermanos de una u otra manera, buscar soluciones donde no las había, asumir un rol que no era mío. Mi padre, ausente durante la semana por el trabajo, se convertía en la fuente de un terror palpable cada fin de semana. Cuando el viernes por la noche escuchábamos el clic de la llave en la cerradura, ese sonido que debería anunciar el regreso seguro del "protector", era para nosotros una señal de alarma. Corrimos hacia las habitaciones, nos metíamos en la cama y nos quedábamos dormidos, o al menos, hacíamos que lo estábamos, mientras el eco de los golpes a mi madre llenaba la casa. Era nuestra forma de sobrevivir a lo insoportable.
Las Lecciones del Miedo: Así Nació Mi Resiliencia Forzada
A los seis años, la vida me obligó a ser una superviviente. Lo que entonces era simplemente "hacer lo que se podía" para salir adelante, hoy lo entiendo como los primeros cimientos de una resiliencia particular: una resiliencia forzada. Sin la protección que todo niño necesita, aprendí a desarrollar mecanismos para afrontar el caos:
- El rol de cuidadora: Alimentar a mis hermanos, asegurarme de que estuvieran lo mejor posible en medio de la tormenta, no era una opción, era una necesidad imperiosa. Aquella niña no solo protegía a los suyos, sino que, de alguna manera, se protegía a sí misma a través de esa responsabilidad. Era su forma de darle sentido y control a un mundo sin control.
- La invisibilidad como refugio: Escondernos bajo las sábanas, simular que dormíamos, era más que un acto de miedo; era una estrategia de supervivencia. Una forma de "desaparecer" para evitar la confrontación, para no ser objeto de la ira, para proteger la última chispa de inocencia que quedaba. En esos momentos, aprendí a observar, a anticipar, a leer el ambiente para intentar prever el siguiente golpe, aunque fuera solo para "amortiguar" su impacto emocional.
- La autosuficiencia extrema: No había a quién recurrir. La figura materna estaba ausente por la adicción, y la paterna, cuando no era violenta, estaba fuera. Esto me enseñó a depender solo de mí misma, a buscar soluciones internas, a no esperar ayuda de fuera. Una fortaleza innegable, sí, pero también una semilla para la dificultad de pedir ayuda en el futuro.
Esta resiliencia forzada, aunque me permitió sobrevivir y proteger a mis hermanos, es como un superpoder con un doble filo. Te da una fortaleza increíble, una capacidad de aguante que muchos no entienden. Pero también deja huellas, patrones que, si no se miran con conciencia, pueden seguir dictando nuestra vida adulta.
Y tú, que estás leyendo esto, ¿qué hubieras hecho en esa situación? ¿Cómo crees que habrías afrontado un escenario así a los seis años? Me encantaría leer tus reflexiones en los comentarios.
Las Huellas del Ayer en el Hoy: Pautas para la Sanación y el Crecimiento
Aquellas vivencias de la infancia, especialmente en entornos de desprotección o maltrato, dejan una huella profunda. Esa "resiliencia forzada" que nos permitió sobrevivir, a menudo se manifiesta en la edad adulta a través de patrones que, aunque nos hicieron fuertes, ahora pueden limitarnos o causarnos dolor.
Si te has sentido identificado/a con mi historia, es probable que estas experiencias se traduzcan en algunos de estos ecos en tu vida adulta: una dificultad para confiar, una autoexigencia brutal, la sensación de tener que controlarlo todo, una hipervigilancia constante o una dificultad enorme para pedir ayuda.
Pero lo importante es que, al igual que yo estoy en este camino, tú también puedes transitar de la supervivencia a la sanación. Aquí te comparto algunas pautas esenciales, basadas en mi propia experiencia y en lo que, desde mi rol de acompañamiento, sé que es vital:
- Validar tu dolor y tu historia: Lo que viviste fue real, fue duro, y dejó cicatrices. No minimices tu sufrimiento. Esa niña/o que fuiste merecía amor y protección. Reconocerlo es el primer acto de amor propio.
- Buscar ayuda profesional: Este es el paso más valiente y crucial. Un terapeuta o psicólogo especializado en trauma puede ofrecerte las herramientas para procesar esas heridas, desaprender patrones disfuncionales y construir mecanismos de afrontamiento saludables. No tienes que hacerlo solo/a.
- Aprender a soltar lo que no es tuyo: Si, como yo, asumiste responsabilidades de adulto siendo un niño, es vital que aprendas a diferenciar qué cargas te corresponden y cuáles no. No eres responsable de la felicidad ni del bienestar de los demás de la misma manera que lo fuiste entonces. Tu única responsabilidad es contigo mismo/a.
- Practicar el autocuidado radical: Esto no es egoísmo, es supervivencia y sanación. Implica establecer límites, aprender a decir "no", descansar sin culpa, nutrir tu cuerpo y tu mente, y permitirte momentos de paz y disfrute. Es darle a esa niña/o interior el cuidado que nunca recibió.
- Transformar el trauma en propósito: Así como estoy haciendo yo con "La Resiliencia", encuentra formas de canalizar tu historia. Compartir tu experiencia (si te sientes listo/a y de forma segura), ayudar a otros, o convertir tu dolor en una fuerza para el cambio social, puede ser una parte poderosa de tu proceso.
Lo que NO debemos hacer si queremos avanzar:
- Culpabilizarnos: Nunca fuiste responsable de lo que te ocurrió en la infancia. La culpa recae en los adultos que fallaron en su rol. Libérate de ese peso.
- Repetir patrones: A veces, inconscientemente, tendemos a buscar relaciones o situaciones que, de alguna manera, nos resultan "familiares" porque repiten la dinámica de nuestra infancia. Toma conciencia de esos patrones para romper el ciclo.
- Creer que "puedes con todo solo/a": Esa autosuficiencia fue vital entonces, pero en la adultez puede convertirse en una cárcel. Es un mito peligroso. La interconexión y el apoyo son esenciales para la salud mental.
- Esconder el dolor o la vulnerabilidad: El silencio solo perpetúa el sufrimiento. Hablar, expresar tus sentimientos (con personas de confianza o profesionales) es el primer paso para desmantelar la carga. La vulnerabilidad es la nueva fortaleza.
Tu Resiliencia: Ese Faro que Nunca se Apaga (Un Camino de Espinas que Vale la Pena)
Lo sé. Leer y revivir estas experiencias no es fácil. Puede que, al leer mi historia, sientas un eco en tu propio corazón, que algunas de estas huellas resuenen con las tuyas. Y eso es lo más importante de todo: entender que, a pesar del dolor, no estás solo/a. Somos muchísimas las personas que hemos tenido que aprender a construirnos sobre cimientos movedizos, y hemos desarrollado una fuerza interior que nos ha permitido llegar hasta aquí.
Mi camino, el que te he compartido hoy, es un testimonio de que la vida, por muy oscura que haya sido en algún momento, siempre ofrece una salida, una oportunidad para sanar. Esa niña de seis años que se escondía del terror, hoy puede hablarte de resiliencia no como una teoría, sino como un viaje vivido, una fortaleza construida a base de valentía.
Pero aquí, entre nosotras, con la honestidad que nos caracteriza en "La Resiliencia", quiero ser muy clara: este proceso no es un camino de rosas, es un camino de espinas. Las heridas de la infancia, la falta de esos patrones básicos de una madre o un padre que nos enseñaran a dirigirnos, a educarnos, repercuten profundamente. No saber cómo manejar nuestras emociones, tomar decisiones equivocadas, o incluso, como me ocurre a mí a mis 51 años, seguir buscando mi sitio en el mundo... todo eso es parte del proceso.
La resiliencia es ese faro que te guía entre las espinas, no un atajo para evitarlas. Es un trabajo continuo, a veces agotador, que requiere paciencia, mucha autocompasión y la certeza de que cada paso, por pequeño que sea, te acerca más a tu bienestar. Y sí, yo también sigo en este proceso, aprendiendo y sanando cada día.
Tu propia resiliencia es ese faro que nunca se apaga dentro de ti. Puede que ahora solo veas una pequeña luz, pero está ahí, guiándote. Permítete explorarla, nutrirla, y, sobre todo, pedir ayuda cuando la necesites. La sanación es un derecho, y es un acto de amor propio que te mereces.
Espero de corazón que este espacio, "La Resiliencia", siga siendo un lugar seguro donde te sientas escuchado/a, acompañado/a y, sobre todo, empoderado/a para seguir adelante, sabiendo que no es fácil, pero que es posible. Porque cada historia de superación es un regalo para el mundo.
Gracias por leerme, por estar aquí. ¿Qué te llevas de este encuentro? ¿Hay alguna huella de tu pasado que hoy decides empezar a sanar? Me encantaría escucharte en los comentarios.
Muchas gracias, Silvia, por este blog que tan bien te define y me define. Gracias por hacerme sentir que no estoy sola y por hacerme ver que las cosas que me sucedieron en la infancia no son culpa mía. Aunque eso aún tengo que trabajármelo.
ResponderEliminarGracias también por los consejos para lidiar con la ansiedad.
Gracias a ti, Gloria¡Ay, cómo me ha llegado tu comentario! No te imaginas la emoción que siento al leerte, sabiendo que mi historia, mi verdad, te ha llegado tan hondo y que, de alguna manera, te ayuda a sentir que no estás sola en este camino. ¡Para esto escribo "La Resiliencia", precisamente para compañeras de viaje como tú!
EliminarSé lo mucho que has luchado con esas sombras del pasado, y lo sé porque hemos hablado de ello. Esa culpa que aún te pesa, sé que es un trabajo inmenso. Pero el hecho de que seas tan consciente de ello y que digas "aún tengo que trabajármelo" demuestra la fuerza brutal que tienes. ¡Ya estás dando pasos de gigante, mi valiente! Y recuerda, ese peso no te pertenece.
Me alegra el alma que los consejos sobre la ansiedad te estén sirviendo. Sabes que es un tema que me toca de cerca, y que hemos compartido muchas charlas sobre ello.
Tu valentía al escribirme esto aquí, en este espacio que es de todas, es un regalo. Ver cómo mi historia resuena en la tuya me da más fuerza para seguir abriendo mi corazón.
Siempre aquí para ti, para escucharte y para seguir caminando juntas.
Un abrazo enorme, el más grande,
Silvia